Muchas mujeres bolivianas enfrentan una dura realidad: atrapadas en ciclos de abuso, luchando por criar a sus hijos y con pocas opciones a su alcance. Esta vulnerabilidad a menudo las lleva a desenlaces impensables, como la trata de personas.
Marlene* es una de estas mujeres. Después de años de abuso y de ver frustrados sus sueños de obtener un título universitario y tener un negocio propio, decidió dejar a su pareja. Como madre soltera de dos hijos y sin recibir pensión alimenticia, Marlene trabajó largas jornadas en los campos y conduciendo remolques, hasta que un accidente automovilístico casi fatal le mostró los peligros de ese trabajo. Desafortunadamente, mientras buscaba un empleo más seguro, fue engañada y traficada hacia la región occidental de Bolivia.
Durante años, Marlene estuvo atrapada en la explotación sexual lejos de su hogar. El miedo la invadió cuando una amiga del burdel fue asesinada. Bolivia tiene una de las tasas más altas de feminicidio en el mundo; cada tres días, una mujer es asesinada, y las mujeres en situación de prostitución enfrentan un riesgo aún mayor. Paralizada por el miedo, Marlene decidió encontrar una salida. Comenzó a aprender costura y vendía sus creaciones en mercados locales, muchas veces con sus hijas a su lado, poniéndolas también en riesgo de ser traficadas. Luego llegó la pandemia, y todo se detuvo; Bolivia impuso un confinamiento estricto que afectó severamente la economía informal. Pero Marlene logró sobrevivir vendiendo mascarillas caseras y artículos esenciales desde su casa. A pesar de sus dificultades, abrió las puertas de su hogar a dos mujeres de su pueblo natal que también habían sufrido explotación, compartiendo lo poco que tenía.
Un día, su teléfono sonó. "Hola, te hablamos de Casa Esperanza.”** Marlene había compartido su número en raras ocasiones, pero recordó haberlo dado al personal de Project Suma. La llamada llegó en el momento justo, ofreciéndole alimentos y apoyo para su familia y amigas. "Sentí que Dios me decía: 'Has luchado con tus propias fuerzas, pero estoy aquí para luchar por ti.' Lágrimas corrían por mi rostro. La persona al otro lado de la línea me aseguró: 'Nuestro Padre nos guió a llamarte’", compartió Marlene.
A través de talleres virtuales, terapia y formación de los programas de Proyecto Suma, Marlene comenzó a sanar y a soñar nuevamente. Se unió a SutiSana, una empresa social para sobrevivientes, y descubrió una pasión por el diseño de ropa. Con un microcrédito proporcionado por Proyecto Suma, compró máquinas de coser para iniciar su propia línea de ropa, con la esperanza de ofrecer prendas asequibles a familias de bajos ingresos.
"El único requisito [para ser parte de Proyecto Suma] es querer cambiar". - Marlene*
Sus hijas, Sara* e Iris*, quienes alguna vez fueron vulnerables a la trata y el abuso, encontraron esperanza y alegría a través del Programa Infantil. Desarrollaron habilidades de liderazgo y se unieron a un grupo que crea conciencia sobre la trata de personas. También fortalecieron sus lazos familiares, sanando relaciones tensas gracias al apoyo de Proyecto Suma.
"Lo que más admiro de mi mamá", compartió Sara, "es cómo hace posible lo imposible y tiene amigos en todas partes".
Hoy, Marlene no solo está construyendo un negocio de ropa, sino también moldeando un futuro más brillante para su comunidad. Recientemente compartió su historia en un foro internacional organizado por Proyecto Suma, abogando por el fin de la trata de personas. Su hija Sara ahora estudia enfermería y es voluntaria en el Programa Infantil, mientras que Iris disfruta creando videos reflexivos en TikTok y sueña con asistir a la universidad.
Estas historias de resiliencia y transformación son posibles gracias a tu apoyo. Tu generosidad ayuda a crear espacios donde familias como la de Marlene puedan sanar, prosperar y soñar nuevamente.
*Los nombres han sido cambiados para proteger la privacidad de nuestras amigas.